viernes, 7 de junio de 2013

Tres meses. Lactancia materna, nuestras dificultades.

Cuando empecé a plantearme en serio la maternidad ya tenía bastante claro que el pecho me parecía la mejor opción a la hora de alimentar a un recién nacido. Todo lo que leí desde entonces me convenció aun más de los beneficios de la lactancia materna. Aprendí, al menos en teoría, cómo funciona el pecho, la producción de leche, la importancia de amamantar a demanda... Pero creo que asumí que, al ser algo natural y de lo que todas las mujeres somos capaces, sería algo muy fácil, que funcionaría solo.

Garbancito cumple hoy tres meses (¡madre mía, cómo pasa el tiempo!) y nunca ha comido ni bebido nada más que lo que sale de las tetitas de su madre, que no debe ser poco dado que el niño aumenta muy bien de peso y talla. Normalmente me siento muy bien cuando amamanto a mi bebé, me emociona tenerle en brazos y ver lo seguro y feliz que él se siente en ellos. Me encanta la carita que pone a veces cuando empieza a mamar, supongo que cuando le llega la primera leche a la boca: sube las cejas y entrecierra los ojos como diciendo "Mmmm qué rico". Una cara de placer total. También es una gozada cuando sin dejar de mamar me mira con esos ojillos azules... Una pena que siempre haya una pezonera de silicona de por medio.

Las usamos desde que nació. Bien porque tras una cesárea con anestesia general no me lo puse enseguida al pecho (hizo el piel-con-piel con su papá), bien porque nació con una boca pequeñita pequeñita (herencia materna, que su madre, que soy yo, siempre ha tenido "boquita de piñón"), o por algo de frenillo, o por falta de técnica o de insistencia... sea por lo que sea nunca hemos conseguido que se agarre al pecho sin pezonera. El personal de maternidad intentó ayudarnos con la postura en el hospital, también la enfermera pediátrica y la matrona del centro de salud, y acudo cada semana a una reunión de un grupo de lactancia, pero nunca lo hemos conseguido. El pasado lunes acudí también a otro taller de lactancia en una ciudad cercana, para comparar y ver si me ofrecían alguna información nueva. Sé que con pezoneras o sin ellas mi bebé saca suficiente leche, pero las tomas son muy seguidas durante todo el día y bastante largas.

He estado probando varias cosas para que el bebé se enganche el pecho: ofrecérselo sin pezonera cuando tiene mucho hambre, ofrecérselo cuando está más tranquilo, quitarme rápidamente la pezonera en medio de la toma, ir cortando poco a poco la pezonera, dejar que sea él quien busque el pezón, abrirle la boquita y meterle el pecho, tumbarle boca arriba y ofrecerle el pecho desde arriba, intentar que mame medio dormido, ir cambiando de modelo de pezonera... Todo lo que me han dicho o he leído en internet lo he probado.

Usar las pezoneras es bastante incómodo, con lo fácil que debe ser sacarse la teta y punto, sin hacer malabares sujetando al bebé a la vez que te colocas el plastiquito, lavándolas cuando terminas, llevándolas siempre detrás cuando sales, etc. Una de las cosas que más me preocupaba, y sobre lo que me han tranquilizado en los grupos de lactancia, es que el bebé no estimulase suficientemente el pecho y éste no produjese la cantidad creciente de leche según aumentan sus necesidades. Se produce más leche cuanta más leche se extrae, sea como sea, por eso usar el sacaleches también estimula la producción de leche. Vale, ya sé que incluso si no consigo eliminar la pezonera podría amamantar a mi hijo todo el tiempo que ambos queramos. Venden pezoneras de varias tallas, así que una preocupación menos. Pero es que además de incómodo es algo doloroso. Y no es un problema de mala postura; todo está bien: barriga con barriga, cabeza recta y ligeramente hacia atrás, labios hacia fuera...  Muchas pensarán que dar el pecho con pezoneras no puede doler ya que su principal uso es el de reducir el dolor cuando se han producido grietas, pero una cosa es usarla un par de días (y seguro que comparado con lo que deben doler las grietas se nota muchísimo alivio) y otra es usarlas cada día en todas las tomas, siendo estas tan largas y  con tan poco tiempo entre ellas. Los pezones están siempre irritados. Hablando con otras madres del grupo de lactancia muchas decían tener esa sensación las primeras semanas, pero desapareció conforme el pecho se acostumbró. Además, hay tomas en las que el bebé succiona con más fuerza y eso produce pequeñas ampollitas en el pezón, allí donde están los agujeritos de la pezonera. Resumiendo, que son una lata y encima duele.

Voy a seguir intentándolo. Cuando el bebé esté relajado, sin demasiada hambre, incluso medio dormido es el mejor momento para ir probando. De momento se echa hacia atrás en cuanto no detecta la pezonera, y cierra la boca. Al segundo o tercer intento se pone tenso, se enfada, acaba llorando si no le pongo la pezonera. Por lo menos ya no me siento culpable cuando acabo cediendo y me la coloco. Pensaba que a lo mejor era mi culpa por no insistir lo suficiente, por ablandarme ante sus lloros, pero ya me han explicado que sólo lo conseguiré si él está tranquilo.

A estas alturas son realmente dífíciles de quitar, lo sé. Es cuestión de paciencia, mucha paciencia, y de que quiera la casualidad que en uno de aquellos intentos mi niñito se agarre, pruebe el pecho sin intermediarios y nunca más se conforme con otra cosa. Espero poder contarlo algún día.